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146 años de la Escuela Nº 357 “Bernardino Rivadavia”

Por Marisa Prina

Este 1° de noviembre se celebran los 146 años de la Escuela Nº 357 “Bernardino Rivadavia”, de San Carlos Norte. Para conmemorar el aniversario, solicitamos a madre e hijas de la familia Spotti-Meynet que se refirieran a la institución donde ellas han transcurrido su escolaridad primaria y más adelante, también han desempeñado tareas docentes.

 

 

Referencia histórica: Los inicios de la Escuela

El historiador Roberto Lance, junto a Juan Carlos Pedroni, indagaron en el Archivo Provincial y en el de la institución, reseñando que “…en  lo  que  corresponde  a  San  Carlos  Norte,  recién  tuvo  escuela  oficial  a  fines  de  1876,  la  misma estaba  ubicada  al  norte  del  molino  harinero  de  Fermín  Laprade,  ubicado  al  este  de  la  RP.  6  (calle San Martín 300-400) manzana Nº 35 de la planimetría comunal; el edificio contaba con dos habitaciones y un  zaguán, siendo su primer maestro el señor Pedro Corpataux”. Es el Gobernador de la Colonia, Servando Bayo quien firma el decreto de instalación de una Escuela Provincial. En  1884 se hallaban matriculados 24 alumnos (15 varones y 9 niñas); sólo 17 asistían por falta de asientos. En el año 1936 se construye el nuevo edificio por orden del Gobierno Provincial, en la misma manzana donde funcionaba la antigua escuela. Constaba de tres salones, la sala de dirección, un pequeño salón Biblioteca, Gabinete Técnico y la casa de familia en planta alta.

A continuación, los testimonios de las exalumnas en su paso por la escuela.

Recordar lo vivido en la Escuela 357, vuelven a mí innumerables momentos compartidos. Por Beba Spotti.

Comencé en el año 1946 con seis años recién cumplidos, recuerdo el miedo y el entusiasmo por ver algo nuevo para mí y muchos niños más.

Vivíamos en el campo con mis padres y cinco hermanos, tres de ellos veníamos a la escuela en un sulky. Muchos de nuestros compañeros concurrían a caballo. Cuando llovía no podíamos asistir a clase.

Tengo una anécdota del primer día de clase: al llegar a la escuela, me bajé del sulky y como había llovido me embarré todo el guardapolvo blanco, lloré mucho, pero fui consolada por quienes me rodeaban.

Recuerdo a mi primera maestra, ella se llamaba Nélida Driau. Vivía en Santa Fe, lo que ocasionaba que muchas veces no pudiera venir. Era muy buena y muy linda persona. Su reemplazante era la Srta. Aída Bernardi, oriunda de San Carlos Centro.

En segundo grado me dio clases la Sra. Lidia Pioli de Leiva, residente de San Carlos Centro. En tercer grado y cuarto recuerdo a la Sra. Ema Tourn de García, también de San Carlos Centro. En quinto grado la Sra. Noemí Serralunga de Santa Fe. Luego tuvimos varias reemplazantes.

Finalizando el último año escolar, en 1952, nos acompañó como docente la Srta. Matilde Abeledo de la ciudad de Santa Fe.

Durante muchos años fue Director el Sr. Franklin Sánchez, hasta 1950. Luego cumplió esa función el Sr. Ricardo Busquetti.

En esa época había muchos alumnos, pero no se contaba con la suficiente cantidad de aulas, por lo tanto, se unificaban varios grados en un solo ambiente.

Recuerdo las veladas de fin de curso, las que se realizaban en el salón Bartolomé Mitre. A las mismas asistían autoridades y familiares.

Con respecto a los recreos, existían varios juegos en el patio: hamacas, sube y baja, el pasamanos, el molino volador. También nos divertíamos mucho jugando a la mancha, con bolitas, etc.

En ese tiempo no se contaba con electricidad, por lo que existía un molino a viento que se hallaba ubicado en el patio. De allí se extraía el agua necesaria.

Desde el Ministerio de Educación se enviaban muchos útiles escolares, los que eran entregados a todo el alumnado. No se contaba con el comedor escolar, como existe en la actualidad, pero sí nos permitían llevar como merienda: bizcochos, fruta o algún otro comestible. Como tradición se podía llevar una torta para festejar el cumpleaños de cada niño o niña. Los demás compañeros aportaban la leche y el chocolate, para que la Sra. Isolina de Genevois pudiera preparar la chocolatada.

Fue una época muy linda, la que muchas veces extrañamos y cuando, compartimos algún encuentro con compañeros, la recordamos con nostalgia.

 

Escuela 357: mi querida escuela, ¡cuánto has crecido! Por Alejandra Meynet

Por allí pasaron mis padres, mis hermanas, mi sobrina, mi esposo, mi hijo y yo. Podría decir que es un pedacito mío

En su patio lleno de árboles (jacarandá, palo borracho, planta de mora) jugábamos a la mancha, a las bolitas, a la estatua, al huevo podrido, ladrón y policía, saltar la soga, la rayuela, a la escondida. También en las hamacas, sube y baja, pasamanos…

No puedo dejar de mencionar a mis maestros y maestras: profe Ricardo Flury mi maestro de 1er grado, las “seños”: Lucia Morra (con quien me sigo comunicando vía Facebook), Chela Kreig, Inés Favre. A los directivos: Norma Sbodio, Nenucha, Olga Gold. Docentes de áreas especiales: María Angélica, Alicia, María Ester, María Elena, Lita, Edit y Estelita. A Vilma la portera, nadie como ella sabía tocar la campana. Cuánto aprendí de todos ellos….

Mis compañeros Susana Camuzzi, Sandra Colomba, Analía Spotti, Adrián Cacciolatto, Gustavo Rey, Gabriel Acquatti y Claudio Rey. Éramos solo 8 alumnos. Es por eso que compartíamos el aula y la docente con otro grado.

Recuerdo la feria de ciencias,  el diario Calculín Periodista, los actos escolares en el Bartolomé Mitre o en la plaza, los viajes realizados a Santa Fe, Paraná, Rosario, Circuito entrerriano. Las visitas en bicicleta a la laguna de Manfredi y al monte de los Rey, los picnics en la cancha de fútbol y, si llovía, en el galpón de Cholo Lheritier.

Traigo a la memoria el centenario de la escuela, cuánto trabajamos para que la escuela luzca bellísima. El mundial de fútbol `78…

Anécdotas:

Fuimos de excursión al Palacio de Urquiza (Entre Ríos). En el recorrido por la casona un compañero se acostó en una de las camas que había usado Sarmiento en su visita al palacio, la cama se cerró y mi compañero quedó atrapado.

En un viaje a Rosario llevábamos la comida para almorzar en algún parque. Un compañero al salir de la escuela, a las 6 de la mañana, comenzó a comer lo que la mamá le había preparado, cuando llegamos a Rosario no tenía más comida.

Las calles del pueblo no tenían pavimento ni ripio, eran de tierra y había zanjas por donde corría el agua de lluvia. Un día de mucha lluvia iba caminando a la escuela por el borde de la vereda y de golpe…. me caí a la zanja llena de agua, me tuve que volver a cambiar a mi casa porque estaba toda mojada…

Como dicen… recordar es volver a vivir…. Gracias por esta oportunidad que nos dan de recordar parte de la infancia donde fuimos tan felices…

¡Feliz Cumpleaños a mi querida Escuela 357!

 

 

 

Hablar de la “357” es añorar todo lo vivido entre sus paredes. Por Sandra Meynet

Hablar de la “357” es añorar todo lo vivido entre sus paredes, pero con una enorme sonrisa pues con su recuerdo afloran un sinfín de sentimientos:

Olores: a las facturas recién horneadas que vendía Vilma en el recreo (no existía la Copa de leche), al mate cocido que nos servían Mercedes y Doña Ana, como así también el aroma que llegaba de la cocina cuando se acercaba el mediodía y compartíamos el almuerzo con otros compañeros en el Comedor Escolar.

Sonidos: de la campana cuando Vilma anunciaba el ingreso, los recreos y la salida del establecimiento; de los gritos de los peques en el patio; del piano que tocaba la seño de Música.

Sonrisas: al evocar varias anécdotas. Por ejemplo: en una obra de teatro representábamos a una familia de ratones, yo debía llevar una torta. Sinceramente lo recordé el día del estreno, así que mi papá tuvo que recorrer todos los negocios del pueblo y solamente consiguió un alfajor santafesino tamaño familiar. Cuando la obra estaba llegando a su fin, la mamá ratona debía cortar la torta y compartirla con el resto de la familia, pero cuál sería la sorpresa: el cuchillo que teníamos no cortaba el alfajor; así que para solucionar el traspié decidí clavar el cuchillo de punta lo que causó la risa general de todos los espectadores y la ovación de los aplausos nos dio la pauta de que la misma había sido todo un éxito.

Compromiso: el del personal escolar quienes no contemplaban días y horarios a fin de lograr los objetivos propuestos, por ejemplo, concurríamos en contra turno para: confeccionar el Periódico Calculín Periodista, ensayar para veladas y actos escolares, aprender bailes folklóricos, construir la maqueta de la escuela en perlas.

Responsabilidad: no faltábamos nunca a la escuela, cuando llovía íbamos igual, siempre éramos las mismas tres chicas. Entonces oficiábamos de secretarias de la seño: acomodábamos la biblioteca, arreglábamos libros o láminas que se habían deteriorado, etc.

Sentido de pertenencia: para el centenario de la Escuela, esas tres chicas que nunca faltábamos a clase, habíamos redactado una bellísima poesía que leímos el día del acto.

Considero que las docentes que me guiaron durante mi escolaridad primaria, sembraron en mí la necesidad de estudiar docente y tratar de ser un poquito como ellas. Les agradezco a todas lo que lograron en mí, pues ésta es una profesión que te recompensa con infinidad de alegrías y te permite crear lazos humanos que, muchos de ellos, perduran a lo largo de toda la vida.

 

Mi escuela. Por Silvina Meynet

Volver la memoria hacia atrás y recordar la escuela primaria es volver a revivir la infancia, esa edad maravillosa donde sólo pasan cosas lindas.

Viene a mi memoria cuando no faltábamos a la escuela porque era el único lugar donde nos encontrábamos con nuestros compañeros que eran nuestros amigos; no íbamos a otras casas, no teníamos celular, ni computadora y sólo un televisor donde se veían dos canales; por eso nos gustaba ir a la escuela: además de ir a aprender también era el lugar de encuentro con nuestros compañeros.

Viene a mi memoria la “Seño” Pompi, que llevaba una radio chiquita para escuchar los partidos del mundial ’78. Recuerdo los trabajos que hacíamos en manualidades con la “Seño” Estelita donde confeccionamos la maqueta de la escuela en perlas.

En mi cabeza sigo escuchando la campana que aún continúa tocando.

Evoco los nombres de las docentes: Susana, Pompi, Chela, Ester, Inés,  Estela, María Ester, de la directora: Olga, como así también los nombres de los asistentes escolares: Vilma, Mercedes y Ana.

Pero lo que más recuerdo son los juegos en los recreos, los actos escolares, la despedida de séptimo grado (en la que sexto grado la organizaba con juegos y luego nos quedábamos a comer en la escuela). Y lo que más me emociona es un dibujo que me había hecho mi papá en el cuadernito. Él dibujaba muy bien y yo no, así que le pedí que me hiciera un león. Cuando la maestra lo vio, me preguntó quién lo había hecho y le respondí que mi papá. Entonces ella, al lado del león escribió: ¡MUY BIEN! ¡FELICITO A TU PAPÁ! Ante esto no me sentí decepcionada, por el contrario, me puse feliz porque me lo había hecho mi papá con todo su amor.

Creo que fue una etapa maravillosa que solamente quienes la disfrutamos, podemos recordarla con tanto cariño.

A mi querida escuela primaria de San Carlos Norte…¡Cuántas cosas para decirle! Por Gabriela Meynet

Durante mi infancia, etapa tan preciada y significativa de todo ser humano, ella fue el refugio donde nos encontrábamos cada día para transitar esas horas inolvidables con nuestros compañeros y seños. ¿Quién no tiene acaso un fiel amigo de la escuela primaria?

En mi caso, era el lugar donde nos encontrábamos con los amigos, para no sólo aprender contenidos, sino también para jugar….esa palabra maravillosa…JUGAR.

Su patio amplio con una gran arboleda era el escenario perfecto para la mancha, el ladrón y policía, la escondida, el elástico, la palma y tantos otros juegos que amábamos compartir, obvio que también había peleas, pero… ¿Quién no las ha tenido en algún recreo?

Tengo presente en mi mente cuando tomábamos la leche en el comedor con la Sra. Chedo, Vilma y Ana. Nuestra directora la Sra. Olga, nos tomaba lectura en algunas ocasiones y ahí que nadie se movía, todos quietitos escuchando al compañero leer porque la Sra. Directora nos estaba escuchando.

Son muchos los recuerdos. Los docentes que pasaron por mi vida, cada uno de ellos dejó una gran huella que incentivó a que en el día de hoy, yo también sea docente y haya tenido la suerte de poder dar clases en esta hermosa escuela.

Hace unos años, y gracias a las redes sociales, me reencontré luego de 27 años con mi compañero de pre-escolar y primaria Juan, que después de haber terminado séptimo se fue de la provincia y nunca más volvimos a vernos. Hoy mantenemos una hermosa amistad que nació, allí, en nuestra infancia, en las aulas, en la escuela.

Hoy quiero agradecerte Escuela “Bernardino Rivadavia” por haberme permitido pasar mi feliz niñez entre tus aulas, tu patio, tu mástil, tu campana…. ¡¡Gracias, Gracias, Gracias y muy feliz cumpleaños!!

 

Referencia histórica: Lance, R. y Pedroni, J. C.(2005) Franceses en la Colonia San Carlos, ponencia Congreso Argentino de Inmigración.

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