Agustín Lizárraga fue un peruano proveniente de Cusco quien es considerado como el Descubridor Oficial del complejo arqueológico de Machu Picchu. Se sabe que en 1902 descubrió los restos de este lugar y que tuvo fallidos intentos de darlo conocer al mundo, pues no contó con el apoyo del gobierno de turno. Nueve años después, un 24 de julio de 1911, aparece Hiram Bingham, un profesor estadounidense de historia, y llega a Machu Picchu mientras buscaba Vilcabamba, la ciudad perdida de los Incas.
Bingham fue guiado por un arrendatario de tierras, Melchor Arteaga, y acompañado por un sargento de la guardia civil peruana de apellido Carrasco. Al llegar, encontraron a dos familias de campesinos viviendo allí: los Recharte y los Álvarez, quienes usaban los andenes del sur de las ruinas para cultivar y bebían el agua de un canal incaico que aún funcionaba y que traía agua de un manantial. Pablo Recharte, uno de los niños de Machu Picchu, guió a Bingham hacia la zona urbana de la ciudadela cubierta por maleza.
Bingham quedó muy impresionado por lo que vio. Con auspicios de la Universidad de Yale, la National Geographic Society y el gobierno peruano comenzó inmediatamente el estudio científico del sitio. Junto con el ingeniero Ellwood Erdis, el osteólogo George Eaton, la participación directa de Toribio Recharte y Anacleto Álvarez y un grupo de anónimos trabajadores de la zona, Bingham dirigió trabajos arqueológicos en Machu Picchu de 1912 a 1915 período en el que se despejó la maleza y se excavaron tumbas incas de la ciudad. El conocimiento mundial de Machu Picchu se dio 1913 con la publicación de un artículo en la revista de National Geographic. A partir de ese momento, Hiram Bingham pasó a la historia tras ser considerado como el Descubridor Científico de Machu Picchu. Se llevó unas 50 mil piezas arqueológicas y el gobierno peruano sólo pudo recuperar unas 300.