Por Marisa Prina
Setiembre, mes de la Educación
En setiembre, entre muchas otras fechas relacionadas a la educación, estamos recordando a Domingo Faustino Sarmiento, político, escritor y docente, quien estaba persuadido de que el maestro de escuela era el agente más activo del progreso de un país. Nosotros, desde este lugar y como un homenaje a todos los maestros, queremos visibilizar a través de la voz de la Sra. Mariana Rossi, docente sancarlina, el trabajo de una maestra y la realidad de cada día en una escuela rural.
Ser maestra rural, en primera persona
Mariana Rossi inicia su relato preguntándose: ¿por qué soy maestra? Y recuerda…
“… en San Carlos la única carrera que había era la de maestra, es decir que yo no lo elegí por vocación en su momento, sino que lo adquirí por vocación haciendo mis prácticas. Era una época donde ir a estudiar a Santa Fe tenía su costo, así que empecé a estudiar y me enamoré de ella. En ese momento se abría un año para docentes del primario y al año siguiente, alternando, era para docentes del Nivel Inicial. A mí me tocó la primera opción y estoy feliz por ello.
Cuando me recibí, salí a buscar trabajo y me anoté en Pilar, en Angélica, en diferentes pueblitos y campos de la ruralidad que estaban alejados de San Carlos. Me inicié en Pilar. Con otra amiga hacíamos dedo o íbamos en una Renoleta que casi siempre se descomponía y nos tenían que auxiliar; llegábamos muy tarde de regreso. Muchas veces, los días de lluvia nos empantanábamos o el auto se nos caía en la zanja, pero siempre había alguien solidario que se acercaba con un tractor para ayudarnos; yo tenía veintiún o veintidós años y dejaba todo por mi trabajo. Siempre feliz.
¿Por qué opté por la ruralidad?
Cada uno tiene un lugar en este mundo y creo que el mío es ése. Cuando fui a rendir para Dirección, tuvimos una evaluación y se requería cierta antigüedad para acceder a diferentes cargos. Yo no tenía la antigüedad suficiente y sólo podía titularizar en escuelas rurales. Y fue así que tomé la Escuela Nº 354 de Coronel Rodríguez y al año siguiente me trasladé a la Escuela Nº 334 “Brigadier Gral. Estanislao López”, de La Vigilancia. Y ahí estoy feliz, feliz… Soy directora, doy clases a todos los chicos y me ocupo de las tareas de asistente escolar. También trabajo en la Escuela para Adultos, desde hace más de 15 años.
Cada lugar por donde pasé marcó mi vida, pero estas dos modalidades –ruralidad y adultos- que estoy transitando son muy especiales.
Un día como maestra rural
En este momento tengo a cargo estudiantes de 1° a 7° y en todos los grados tengo chicos. Trabaja conmigo una docente de Nivel Inicial que itinera, esto significa que algunos días está en mi escuela y otros, en otra escuela.
Cuando el tiempo está feo voy una hora y media antes, a esperar a los chicos, mientras les voy preparando la leche para recibirlos porque ellos no tienen un horario anunciado por el timbre o la campana, llegan cuando pueden, muchas veces el papá se desocupó más temprano en el tambo y los llevan a esa hora a la escuela.
Todo lo que es limpieza lo hago yo, me encargo de la organización, que la Comuna corte el pasto, me comunico con la Cooperadora por alguna actividad. En Dirección llevo la parte administrativa, completo las libretas, doy clases, preparo el desayuno, lavo las tazas, dejo todo ordenado para la próxima jornada. A veces es agotador físicamente porque son muchas actividades, pero cuando hago un balance y veo a mis alumnos tan dulces, tan sanos, compartiendo ese tiempo en la Escuela donde se encuentran con sus amigos, verlos felices me llena el alma. Porque la escuela es para ellos el lugar de encuentro, de aprender, de hacer actividad física, fútbol, vóley… porque no tienen las mismas posibilidades que un niño en un pueblo o ciudad. En el campo, la Escuela es todo.
A caballo o en bicicleta, los chicos llegan a la Escuela
Un día un papá me dijo: “Yo no me alfabeticé, soy burro, pero quiero que mi hija estudie…” Ese papá todos los días lleva a su hija a caballo a la Escuela, o la acompaña con un caballo para cada uno, sin importarle las condiciones climáticas.
Otros vienen en bicicletas, se les pinchan las gomas. Algunos papás pueden llevarlos en moto. Una vez, a una mamá que llevaba a su hijo se le rompió el vehículo y llegó caminando. Valoro enormemente tanto sacrificio a cambio de educación, tanto compromiso de parte de los padres.
A veces me pregunto si corre peligro de desaparecer la escuela rural. Porque en la ruralidad tenemos familias estables, donde los abuelos, los papás y hoy sus hijos, fueron a esa escuela, pero también tenemos familias golondrina, de otras localidades o provincias que vienen a probar suerte, se quedan tres o cuatro meses y se van porque no es lo que deseaban, y ahí la matrícula fluctúa. Una familia de 4 ó 5 hijos que se van, es una matrícula de 4 ó 5 alumnos menos.
La ruralidad demanda muchísimas horas y me planteé varias veces, ¿mi vocación o mi familia? Pero, si ellos, los padres de mis alumnos, hacen tanto por la educación de sus hijos yo no puedo dejarlos. Y afortunadamente mi familia me acompaña, mis hijos me ayudan, mi marido es el que arregla lo que se rompe en el aula, mis amigos están conmigo cuando organizamos una cena…¡gracias a todos!
Quiero agradecer también a mi Supervisora anterior, Alejandra Reggiardo y hoy a Andrea Passini, ellas me acompañaron mucho. Siempre les digo que son mi Psicóloga, pero sin el bono de Iapos.
Gracias al compromiso de las familias, gracias a mis alumnos y los ex alumnos, gracias a todos.
Feliz día a todos los docentes (hombres y mujeres), a todas mis maestras, las que tuve en la Escuela, y a las que tuve en mi profesión, directoras, supervisoras que tanto me enseñaron.
Y a mis alumnos, cada vez que me vean, díganme: `hola, Seño´ o `chau, Seño´ que tanto me emociona”, finalizó diciendo Mariana, quien elige cada día ser maestra rural como su lugar en el mundo.