Por Marisa Prina
El día del tambero se celebra dos veces en Argentina: el 14 de noviembre y el 23 de febrero. Esta fecha surge en conmemoración a la fundación de la “Unión General de Tamberos” en el año 1920. Es un homenaje a los que con su esfuerzo y tesón crearon esta entidad, en la difícil tarea de “sacar la leche”.
Andrés Hammerly llevó adelante esta profesión durante más de cuarenta años, hoy recuerda cuando comenzó, muy niño, ayudando a sus papás
“…Tenía unos 10 años cuando en casa, con mis hermanas, ayudábamos en el tambo; mis padres eran los que ordeñaban, lo hacían a mano hasta que compraron una máquina…”
Un trabajo muy sacrificado
“Nos levantábamos muy temprano, (con frio, calor, lluvia, tormenta), dependía del horario en el que pasaba el camión a juntar la leche y la cantidad de animales que cada familia tenía para ordeñar. Nosotros lo hacíamos alrededor de las seis de la mañana, otros empezaban a las tres.
La actividad no era solo ordeñar, había que buscar los terneros, encerrar las vacas, después del ordeñe. largar a todos los animales, hacer la limpieza. Hoy apretamos dos botones y las máquinas se lavan solas, antes había que desarmarlas y limpiarlas a mano, prepararlas para el próximo ordeñe. Se hacía dos veces por día.
También sumamos el cuidado de los animales, crianza de terneros, algún animal enfermo que había que tratar, desmalezar, sembrar, hacer los boyeros para que los animales vayan a comer, cuidar los alambrados…
Los días de lluvia
El camión pasaba dos veces por día a juntar la leche, porque los equipos de frío no existían, (hoy pueden recolectar la leche cada dos o tres días). Tenía sus horarios para la mañana y para la tarde. Los días de lluvia el camión no llegaba, había que sacar la leche desde el tambo, en carro, hasta la ruta más cercana por donde pasaba el camión. Ahí los horarios se modificaban y muchas veces había que esperar, con o sin lluvia.
Venta ambulante
Antes mucha gente entregaba la leche en las fábricas, y algo de esa leche cruda la vendía en el pueblo. Tenían sus clientes, pasaban por las casas, dos o tres veces por semana. Cada cliente tenía dos bidones, recibían el lleno y entregaban el vacío para la próxima.
En 1999, me había hecho cargo del campo y estaba al frente del tambo; en 2000 se vino la crisis que fue durísima, una de las peores crisis que tuvo la lechería, los números no me daban, cada vez estábamos peor, entonces empecé a vender leche en el pueblo, me manejaba con un rastrojero. De a poquito la situación cambió y pude “zafar”.
Políticas poco claras
Mi papá siempre decía que en la lechería nunca hubo políticas claras y hasta el día de hoy no las hay. El tambero entrega la producción pero se entera lo que va a cobrar a los 30 o 40 días. La lechería nunca tuvo un parámetro de precio, nunca sabemos lo que vamos a cobrar. Políticas muy distintas a las de agricultura o ganadería.
Las cinco o seis empresas formadoras de precios, las más grandes, son las que manejan el mercado. Es una cuestión de oferta y demanda.
Las cosas cambian
Hoy, en el tambo encontramos un abanico de tecnologías que no tiene techo. Desde el uso de un collar con lectores electrónicos (nuevo sistema de monitoreo inteligente para vacas lecheras) hasta un robot.
El collar inteligente ayuda a rentabilizar la ganadería, a la vez que mejora la calidad de vida. Es un dispositivo capaz de alertar al ganadero en el caso de que se produzca cualquier comportamiento anómalo del animal. Permite monitorear temperatura, movimientos, enfermedad, si está en celos (aumenta la actividad ya que camina tres veces más de lo habitual), días y horarios de servicio, rumia, cantidad de horas que caminó, ubicación del ganado, entre otras, lo que facilita las tareas ya que actúa como un sistema de prevención para que el productor actúe a tiempo.
Está muy impuesto en los tambos y cuesta 200 dólares. Es un costo muy elevado ya que cada animal debe tener el suyo, pero es de muchísima importancia ya que agiliza y previene.
Otro sistema que se está imponiendo es el robot. Vacas que se ordeñan solas. Voluntariamente. Sin necesidad de que el personal de un tambo se levante a la madrugada para realizar el primer ordeñe.
Con este sistema se ha incrementado muchísimo el caudal de producción. La vaca pasa para ser ordeñada entre tres y cuatro veces por día. Lo hace voluntariamente. Antes ordeñábamos 12 o 13 litros por día, con este sistema la vaca rinde entre 40 y 45 litros de leche, diarios; depende de la genética y alimentación del animal.
El cierre de los tambos
Cerré mi tambo hace algunos meses. Cansado de la actividad, de pelear todos los meses para juntar algunos centavos más, cansado de las políticas económicas, pero también porque no tengo un recambio generacional. Mis hijos ya eligieron otras actividades. Creo que ese es el mayor problema que se presenta hoy, de ahí que aumenta la tecnología como los collares, los robots, etc. Para reemplazar esa mano de obra. Quedan muy pocos jóvenes para trabajar en los tambos. Ya no se consigue gente para trabajar y, cuando tenemos algunos años encima, empezamos a ver la vida de otra manera, empezamos a priorizar y llega el tiempo de los análisis y la pregunta: ¿qué hago? ¿Sigo o dejo?
Hace treinta años había 60 tambos en la Colonia, hoy quedan apenas 4 o 5”, finalizó diciendo Andrés Hammerly.